El ajetreo comienza por la mañana. A los dueños de la casa se suman tíos, hermanos, vecinos y amigos en general. Las tropas están reunidas, todos saben que será un gran día y las sonrisas rebosan en los rostros de todos.

El trabajo comienza en el viñedo bajo la dirección del miembro más viejo de la finca. A las 10 de la mañana apenas hubo tiempo de calentar las tijeras y ya había una mesa puesta con la “lufa”, que siempre acompaña a un snack blanco fresco. Si no fuera porque el reloj lo confirma, diría que el almuerzo ni siquiera esperó su turno, porque aquí el tiempo pasa tan rápido que el trabajo parece ser sólo un descanso de las comidas, y no al revés.

Los participantes se dividen entre la cosecha, el transporte y el triturado de la uva. Catar y analizar el mosto en el momento nos permite confirmar si la materia prima permitirá obtener otro excelente néctar en unos meses.

Después del almuerzo ya queda poco para completar la cosecha. En este día que no tiene tiempo de terminar, las uvas y el viñedo son sólo una (buena) excusa de lo que realmente motiva a todos a venir: la convivencia, el compartir, las risas, la música popular y las visitas”. regado” a bodegas vecinas…

¿Y te quedarás de ese lado y escucharás historias? ¿O vendrás y los crearás con nosotros?